•domingo 6, 16:00 h. / Teatro NESCAFÉ
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El imbatible legado de Charles Aznavour (1924-2018) es por supuesto el de sus memorables chansons pero este documental se ocupa de otro cofre de tesoros: uno que contiene cintas de video filmadas por él mismo en sus viajes y espacios íntimos.
Un documental de homenaje a un músico fallecido, pero de factura muy peculiar: fue filmado por él mismo, casi como una autobiografía involuntaria. Una tras otra, las cintas Super-8 ordenadas aquí (antes inéditas) las registró el propio cantor a lo largo de casi cuatro décadas como una especie de videodiario personal, sin proyecto de trascendencia ni, menos, de recurso fílmico. Édith Piaf le había regalado su primera cámara en 1948, una Paillard. Se convertiría en la testigo de sus momentos íntimos, así como de sus viajes y los grandes encuentros de su vida.
Según su inspiración, capta la miseria en las calles, en América Latina y África. «Soy hijo de inmigrantes como todos quienes buscan una tierra acogedora. Cada uno de nosotros es el fin del mundo», dice. Sigue en Anatolia los pasos de sus antepasados, tal como camina por Quebec, Hong Kong y frente al Olympia de París, un trampolín para la gloria. Entre los grandes éxitos de su repertorio, la historia de su vida se despliega así en rasgos humorísticos y melancólicos. Un mosaico de reflejos del mundo capturado por el ojo del eterno Aznavour.